sábado, 23 de julio de 2016

TDAH y comorbilidad

TDAH y comorbilidad
Hipólito Macías
Dr. Psicología

Introducción
El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) es el trastorno del neurodesarrollo más frecuentes en niños, con una prevalencia en torno del 6,8 % de la población menor de 18 años (PANDAH, 2013). Tiene una distribución variable por edad y sexo, afectando más a niños en edad escolar que a adolescentes, y a niños y adolescentes varones más que a niñas y chicas adolescentes (Polanzzyk et al., 2007). Además, es uno de los motivos de consulta más frecuentes en psiquiatría infantil y adolescente, y de fracaso escolar.
Los especialistas en TDAH admiten que este trastorno presentado en forma “pura” es muy infrecuente y según los estudios de investigación, el TDAH se muestra asociado a otros trastornos en un 66% de los casos. Nos referimos a ellos como trastornos comórbidos.
Las cifras de comorbilidad varían según una serie de variables tendiendo estas a ser mayor en afectados adolescentes, con TDAH combinado, con diagnóstico tardío y afectados que han iniciado el tratamiento en edades más avanzadas. Las variables que aumentan la probabilidad de comorbilidad pueden ser:

  • Del afectado: diagnóstico en edad avanzada, bajo cociente intelectual (CI), escaso nivel cultural y educativo, trastornos específicos del aprendizaje, como trastorno en la lecto-escritura y matemáticas.
  • Del TDAH: subtipo combinado, inicio precoz, grave, de larga evolución, con síntomas agresivos.
  •  Presencia de antecedentes familiares de TDAH, trastorno bipolar y depresión.
En los casos de existencia de comorbilidad no siempre queda claro cuál de los trastornos asociados es primario. La comorbilidad puede ser “concurrente” (el afectado cumple criterios de dos o más trastornos en el momento de evaluación), o “sucesiva” (el afectado cumple criterios de TDAH en un momento de su vida y cuando estos síntomas mejoran o se resuelven, desarrolla un nuevo trastorno) (Angold, 1999).
Si el profesional especialista en TDAH establece que un trastorno comórbido es secundario al TDAH, sugiere que el tratamiento del TDAH debería ir primero, ya que probablemente solucionaría el segundo. Sin embargo, en la práctica clínica esto no siempre es factible, y a veces tenemos que tratar ambos trastornos a la vez, o incluso tratar el trastorno comórbido primero para estabilizarlo y entonces empezar a tratar el TDAH (según las consecuencias que haya tenido cada trastorno en el afectado) (Pliszka, 2009).
Como sabemos, la genética juega un papel fundamental en la etiología del TDAH, suponiendo el 80% de la varianza de los rasgos del trastorno. La comorbilidad del TDAH también está influenciada por la genética. Así los familiares de niños con TDAH no sólo tienen tasas más elevadas de TDAH, sino también de otros trastornos psiquiátricos. También existe una “cosegregación” genética del TDAH y otros trastornos, por ejemplo: los familiares de niños con TDAH simple no tienen tasas más altas de Trastorno de Conducta (TC), pero los familiares de los niños con TDAH más TC sí tienen mayor tasa de TC. Los antecedentes familiares, por tanto, son muy importantes, aunque no determinantes, y pueden ayudar a diagnosticar la comorbilidad en el afectado (Pliszka, 2009).
En las siguientes figuras (1, 2 y 3) podemos apreciar la evolución de los trastornos comórbidos con el TDAH en función de las etapas evolutivas de los afectados.
Figura 1.- Comorbilidad del TDAH en la infancia
Figura 2.- Comorbilidad del TDAH en la adolescencia
Figura 3.- Comorbilidad del TDAH en la adultez

Observando las anteriores figuras, podemos destacar como dato muy significativo que a mayor edad menor es el porcentaje de casos de TDAH puro. Así mismo hemos de notar que los trastornos disruptivos se van convirtiendo en trastornos de la personalidad.
El hecho de que un afectado presente trastornos comórbidos dificulta el diagnóstico, así como el tratamiento y pronóstico del mismo. Tampoco debemos olvidar que el problema de la comorbilidad es que tanto el TDAH como la mayoría de los trastornos a los que se asocia no son entidades discretas, sino que se trata de dimensiones conductuales que se distribuyen según un modelo continuo. El trastorno no representa otra cosa que el extremo de dicho continuo. Es decir, que cualquiera de las manifestaciones del TDAH puede presentarse en cualquier individuo en mayor o menor grado. ¿Quién no es un poco despistado, impulsivo o inquieto?; y, ¿Es el despiste, la impulsividad o la inquietud de cualquier individuo de naturaleza distinta a la de los niños con TDAH?
En algunos casos la comorbilidad es una complicación del TDAH no tratado de manera adecuada. Por eso es importante resaltar que el diagnóstico y tratamiento precoz disminuye el riesgo de aparición de trastornos asociados (Pliszka, 2003; Levy, 2005).
Comparado con la población general, el riesgo relativo de presentar trastornos psiquiátricos es más alto en los afectados con TDAH. La figura 4 representa el riesgo relativo (es decir, por cuánto se multiplica su riesgo) de presentar otros trastornos en los afectados con TDAH. Como se puede ver, en los afectados por TDAH, comparado con población general, el riesgo de presentar un TC es casi 10 veces mayor, 4 veces mayor en el caso de Trastorno del Humor y Uso de Sustancias, y casi 3 veces mayor en caso de Trastorno de Ansiedad (Yoshimasu, 2012).
Figura 4. Riesgo relativo de trastornos psiquiátricos en TDAH vs población general (Yoshimasu 2012)
TND=Trastorno negativista desafiante; TC=Trastorno de conducta

Figura 5. Porcentaje de uno o varios trastornos comórbidos en afectados con TDAH.
TDAH+N (N hace referencia al número de trastornos comórbidos con TDAH).
La presencia de comorbilidad en el TDAH se utiliza como un índice de gravedad de la psicopatología, ya que la alteración del funcionamiento suele ir aumentando con cada diagnóstico comórbido (Kovacs, 1998).
Con la información del cuadro clínico global, el especialista debe hacer un diagnóstico diferencial y decidir si el evaluado tiene TDAH u otro trastorno, o si tiene TDAH y además uno o varios trastornos comórbidos asociados.
Por ejemplo, un chico puede cumplir todos los criterios de TDAH y presentar algún síntoma de depresión (irritabilidad, labilidad emocional) que no cumplen los criterios diagnósticos de depresión, con lo que diagnosticaríamos TDAH e interpretaríamos que los síntomas disfóricos podrían ser secundarios al TDAH (desmoralización) enfocando el tratamiento al propio TDAH. Otro chico puede tener algún síntoma aislado de inatención, hiperactividad e impulsividad, y cumplir criterios completos de depresión. En ese caso interpretaríamos la falta de concentración secundaria a su trastorno del humor y diagnosticaríamos y trataríamos únicamente la depresión. Y un tercer chico puede cumplir criterios completos de TDAH y de depresión, que están repercutiendo negativamente en su vida, y trataríamos ambos trastornos simultáneamente.
En caso de comorbilidad, el tratamiento es también multifocal y multidisciplinar combinando los tratamientos psicológicos y psicosociales con los tratamientos farmacológicos (en la medida en que se consideren necesarios).
Aquí nos centraremos más en los afectados más jóvenes por lo que en la Tabla 1 presentamos las posibles comorbilidades psiquiátricas que se presentan en niños y adolescentes con TDAH.
Tabla 1. Comorbilidades. Trastornos asociados al TDAH
1.    Trastornos disruptivos (Trastorno Negativista Desafiante y Trastorno de Conducta).
2.       Trastornos de Ansiedad, Trastorno Obsesivo Compulsivo.
3.       Trastornos del humor (Trastorno Depresivo y Trastorno Bipolar).
4.       Trastornos del Aprendizaje.
5.       Trastornos por tics/Síndrome Gilles de la Tourette.
6.       Trastornos del Espectro Autista (TEA).
7.       Trastorno por abuso de sustancias.
8.       Trastornos del Sueño.
9.       Trastorno del Desarrollo de la Coordinación.
10.   Otros temas relacionados
a)      Discapacidad Intelectual (CI < 70).
b)      Disfunción familiar.

1. Trastornos disruptivos
El TND y el TC son en conjunto las comorbilidades más frecuentemente asociadas al TDAH. En el estudio MTA el 40% de niños TDAH cumplen criterios de TND y el 14.3% de TC (MTA, 1999). En otros estudios la prevalencia de TND con o sin TC oscila entre el 45-84% con una media de 55% (Barkley, 2006). Algunos autores sugieren que el TND es un diagnóstico “puerta de entrada” a otros trastornos psiquiátricos (Pliszka, 2009).
Queremos resaltar que en relación a los trastornos de comportamiento hay dos errores frecuentes: 1. considerar que todo niño con explosiones temperamentales tiene un trastorno del humor, y 2. considerar que las explosiones temperamentales no son importantes, sino una mera “llamada de atención”, que requieren nada más que un establecimiento correcto de límites. El primer error nos puede conducir a un exceso de prescripción farmacológica, pero el segundo a dejar al niño sin el tratamiento que necesita.
La causa de los trastornos del comportamiento tiene parte ambiental, pero también parte biológica. Numerosos estudios científicos sugieren que los afectados con trastorno del comportamiento presentan una alteración cerebral subyacente. Por lo tanto, lejos de ser fruto de la intención de fastidiar o un capricho del niño o adolescente, los TND/TC son enfermedades psiquiátricas que se deben diagnosticar y tratar cuanto antes.
Otro aspecto a tener en cuenta es que a veces los padres de niños con TDAH y TND/TC presentan más psicopatología (comparado con los padres de niños con TDAH simple): problemas antisociales, depresión o ansiedad (Pfiffner, 2005), lo que a su vez influye en el funcionamiento familiar.

a. Trastorno Negativista Desafiante (TND)
El TND se caracteriza por un patrón constante, durante al menos seis meses, de enfados explosivos, hostilidad, resentimiento y desafío a las figuras de autoridad adultas y constituye el trastorno comórbido más frecuente en el TDAH. Es entre 2 y 3 veces más frecuente en el sexo masculino. Tiene características diferenciales claras con el TDAH:
TND
TDAH
          Ocurre en infancia/adolescencia temprana.
          Obstinado, negativista, provocador.
          Enfados explosivos, pataletas, riñas frecuentes con adultos.
          Discute y desafía activamente normas e intenta incumplirlas.
          Mantiene este comportamiento, aunque sea en su propio perjuicio (prefiere salir perdiendo a ceder).
          Molesta intencionadamente a los demás.
          Culpa a los demás de sus errores, muy sensible a comentarios y críticas de los otros.
          Muy resentido y vengativo.
          El niño no obedece normas porque se despista o está demasiado hiperactivo para escuchar o terminar ninguna tarea. Es incapaz de obedecer.
          No es rencoroso ni vengativo.

Lo que resulta más interesante es que la coexistencia de TDAH y TND a edades precoces predice la persistencia de estos trastornos a largo plazo. La comorbilidad con TND es más frecuente en el TDAH combinado o hiperactivo-impulsivo. Algunos estudios sugieren que es el TND (y no el TDAH por si solo) el que predice la evolución en el futuro de TC (Burke, 2005).
El principal factor para que aparezca un TND en el contexto de un TDAH es el retraso en la intervención psicosocial y farmacológica, de ahí el importante papel del diagnóstico precoz y diferencial.

b. Trastorno de Conducta (TC)
El trastorno de la conducta (TC) es la forma más grave de trastornos del comportamiento, y se da principalmente en la adolescencia en chicos que han tenido TND anteriormente.
Hay dos grupos diferenciados de TC. Aquellos chicos que realizan sus actos delictivos en grupos o “pandillas”, y los que actúan en solitario.
También se clasifican según el tipo de violencia que ejerzan: violencia “predadora” (planeada y con un fin concreto), o violencia “afectiva” (sin planificación previa, impulsiva, reactiva ante una situación). Es decir, algunos actúan con un plan y una intencionalidad, y otros se vuelven violentos impulsivamente ante lo que ellos han percibido como una “provocación” o “amenaza”.
A diferencia del TDAH simple, los chicos con TC no manifiestan remordimiento por su conducta delictiva y las violaciones que hacen de las normas son graves.
TRASTORNO DE CONDUCTA
TDAH
          Ocurre principalmente en adolescencia.
          Rompen repetidamente normas sociales importantes lo que genera problemas con los demás, y con la ley.
          Durante al menos 1 año, se dan al menos 3 de los siguientes indicadores:
o   Agresión a personas o animales.
o   Destrucción de cosas.
o   Engaños o robos.
o   Violaciones serias de normas.
          Intención clara de hacer daño.
          Agresividad, hostilidad.
          Ausencia de remordimiento.
          Escasa capacidad de juicio.
          Es objetivable antes de los 7 años.
          Se ven envueltos en situaciones parecidas (aunque menos graves) por su impulsividad.
          Remordimiento, noción de haber causado daño.

Los niños con TDAH y TC tienen más incidencia de problemas de lectura y aprendizaje (Schachar, 1995) y tienen más probabilidades de desarrollar conductas antisociales en edad adulta (Satterfield, 2007).
Algunos autores sugieren que el paso al consumo de sustancias en niños TDAH está mediado también por el TC (August, 2006; Fergusson, 2007).
Una parte fundamental del tratamiento del TND y del TC es el entrenamiento de los padres en técnicas de modificación de conducta y manejo conductual. El objetivo de este entrenamiento es fomentar los comportamientos positivos e ignorar, cuando se pueda, los comportamientos negativos. Algunas medidas importantes en las que se entrena a los padres son: dar órdenes y utilizar castigos más eficaces, establecer unos límites claros que no deben negociarse (pocos), y establecer otras reglas, menos importantes, sobre las que sí cabe una negociación. Es importante también aprender a detectar aquellas situaciones que pueden desencadenar explosiones desproporcionadas de agresividad en el adolescente, con el fin de tratar de evitarlas.
Este tipo de entrenamiento con los padres suele ser eficaz porque reduce mucho la explosividad y las situaciones de violencia ya que los padres no tienen que controlar todo sino sólo una parte de los comportamientos.

2. Trastornos de Ansiedad (TA)/ Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC)
a) Trastorno de Ansiedad (TA)
Dentro de los Trastornos de Ansiedad podemos destacar: fobias simples, trastorno de ansiedad generalizada, ansiedad social, ansiedad por separación, ataques de pánico, y el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC).
La mayoría de los niños con TDAH presentan algunos síntomas de ansiedad como miedo a dormir solos o a separarse de los padres, preocupación excesiva por la salud y el bienestar de su familia, molestias físicas cuando van al colegio, etc., que a veces están relacionados con el fracaso escolar y las críticas recibidas de sus padres, amigos y profesores. Sin embargo, el 20-50% de los niños con TDAH cumplen criterios diagnósticos de al menos un trastorno de ansiedad (Tannock, 1995; Costello, 2004; Jarret, 2008; Tsang, 2012).
Es decir, muestran un riesgo de presentar ansiedad tres veces mayor que la población infantil sin TDAH (Angold, 1999; Costello; 2004; Yoshimasu, 2012). Los trastornos de ansiedad más frecuentes en el TDAH son el trastorno de ansiedad generalizada (alrededor del 45%) y el trastorno de ansiedad por separación (aproximadamente el 30%), y son más frecuentes en niñas y en el TDAH de predominio inatento.
Existe, además, una clara base genética para esta comorbilidad: la prevalencia de TDAH está elevada entre los familiares de niños tanto TDAH como TDAH+TA, pero la prevalencia de ansiedad sólo está elevada entre los familiares de niños TDAH +TA y ambos rasgos se heredan de forma independiente pues unos familiares tienen sólo TDAH y otros sólo tienen ansiedad lo que deja claro que la ansiedad no es un problema meramente secundario a las dificultades vitales asociadas al propio TDAH (Biederman, 1992; Perrin, 1996).
SÍNTOMAS PROPIOS DEL TA
SÍNTOMAS PROPIOS DEL TDAH
          Preocupación constante por diferentes asuntos (miedo constante a que pase algo, a que le pase algo a alguien…).
          Miedos excesivos/desproporcionados a algo concreto.
          Excesiva preocupación a hacer el ridículo o a hacer cosas delante de otros.
          Miedo a dormir solo, a dormir fuera de casa.
          Miedo a morir, a perder el control, a “volverse loco”.
          Sensación de tener algo raro/extraño en su cuerpo.
          Pensamientos raros, repetitivos o desagradables que causan malestar, interfieren con sus rutinas y no puede eliminar de su pensamiento (Obsesiones).
          Comportamientos repetitivos o rituales para intentar evitar sus obsesiones (Compulsiones).
          La ansiedad puede causar una elevada inquietud que puede confundirse con hiperactividad propia del TDAH.
          La ansiedad elevada puede producir falta de atención y confundirse con TDAH.
          Oposicionismo a la hora de hacer la tarea que puede confundirse con ansiedad.
          Preocupación ante malas notas o consecuencias de mal comportamiento que puede confundirse con ansiedad.

Los niños con TDAH+TA presentan una afectación clara de funciones neuropsicológicas, en concreto mayor afectación de la memoria de trabajo. Por eso tienen un mayor número de problemas escolares que los niños con TDAH puro (Bloemsma, 2012; Jarret, 2012).
El tratamiento de elección de los trastornos de ansiedad en niños y adolescentes es el tratamiento psicológico (terapia cognitivo-conductual) que es altamente eficaz en este trastorno (Compton, 2004), técnicas de relajación, terapia familiar, entrenamiento de los padres para el manejo de la ansiedad de su hijo específico para esta población, que debe ser impartido por un especialista en psicología o en psiquiatría infantil.
Con frecuencia la sintomatología ansiosa disminuye con el tratamiento del TDAH, probablemente porque el niño percibe una mejoría en su rendimiento académico y en su capacidad para relacionarse.

B) Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC)
El TOC forma parte del espectro de los trastornos de ansiedad, aunque se diferencia mucho del resto.
Es importante diferenciar las obsesiones y compulsiones del TOC, de los rituales normales de los niños entre 4 y 8 años. Los rituales normales tienen una finalidad lúdica, no generan malestar ni interfieren con la vida del niño. El TOC cursa con rituales persistentes, que provocan gran sufrimiento, desagradables para el niño, y que suelen persistir más allá de la adolescencia. Genera una gran ansiedad y angustia en el niño, que se ve obligado a realizar rituales y compulsiones en un intento por mitigar este malestar e interfiere de forma muy significativa en todos los aspectos de su vida.
El 51% de niños y el 36% de adolescentes con TOC también cumplen criterios de TDAH (sin que esto sea un epifenómeno como que las obsesiones produzcan distracción en el afectado) (Geller 2006). Además, los niños con TDAH+TOC tienen una expresión del TOC a edad más temprana, así como mayor tasa de disfunción escolar y social (Walitza, 2008).
Algunos autores sugieren que la asociación TDAH+TOC es una cosegregación genética y es un subtipo familiar específico, si bien las características del TDAH son similares, tenga o no TOC asociado. Esta cosegregación se da también en la asociación con TC y con trastorno bipolar, pero no con otras comorbilidades (Pliszka, 2009). La Terapia Cognitivo Conductual es un tratamiento bien establecido (POTS – Pediatric OCD Treatment Study, 2004), pero incluso combinándola con sertralina tan sólo el 50-60% de afectados responden.

3. Trastornos del humor
a. Trastorno Depresivo
Los síntomas típicos del niño con depresión son: apatía más que tristeza (se aburre, está cansado y sin ganas de hacer nada, quiere estar solo) e irritabilidad, sobre todo en adolescentes. Además, también presentan alteraciones en el sueño, en el apetito, ideas de inutilidad, de culpa y pueden llegar a presentar ideas de suicidio. Estos síntomas afectan al rendimiento académico y a las relaciones sociales.
Los síntomas depresivos a veces pasan inadvertidos. Al principio de la edad escolar el niño es capaz ya de discriminar lo que es sentirse triste frente a sentirse enfadado. Sin embargo, es más difícil en los niños con TDAH que en ocasiones presentan inmadurez emocional, y no están acostumbrados a reflexionar sobre sus propios sentimientos (Pliszka, 2009).
TRASTORNO DEPRESIVO
TDAH
          Tristeza persistente.
          Irritabilidad persistente.
          Pérdida de interés en actividades antes placenteras o juego.
          Cambios significativos en apetito y peso.
          Dificultad para dormir o exceso de sueño.
          Agitación psicomotriz.
          Enlentecimiento.
          Aislamiento social.
          Pérdida de energía.
          Sentimientos de inutilidad o culpabilidad.
          Dificultades para concentrarse.
          Quejas somáticas (cefalea, abdominalgia).
          Ideas recurrentes de muerte o suicidio.
          Irritabilidad (TND comórbido).
          Hiperactividad.
          Inatención.
          Desmoralización (continuas frustraciones vitales).

Muchos estudios han demostrado una marcada asociación entre TDAH y depresión mayor o distimia (Spencer, 1999), y estiman que la prevalencia de depresión mayor en niños y adolescentes con TDAH está entre 6% y 38% (MTA, 1999b). Es decir, el diagnóstico de depresión es hasta cuatro veces más frecuente en niños y adolescentes con TDAH que sin él (Pliszka, 2003; Yoshimasu, 2012). La comorbilidad con trastornos depresivos, que es más frecuente en adolescentes, empeora el pronóstico del TDAH (Kutchner, 2004) y estos afectados suelen requerir más hospitalizaciones, presentar mayor número de síntomas que llegan a ser altamente incapacitantes y tienen mayor probabilidad de suicidio.
Cuando se dan ambos trastornos, este es el curso clínico más frecuente: el TDAH comienza antes (en edades preescolares) mientras que el Trastorno Depresivo lo hace más tarde en torno a los 8 años (Biederman, 1995); ambos trastornos siguen cursos independientes (Biederman, 1998) y el TDAH comórbido no afecta las tasas de recuperación de la depresión (Kovacs, 1994).
En niñas, pero no en niños, la asociación TDAH+Depresión es un subtipo genético específico (cosegregación genética) (Mick, 2003). La depresión en niños y adolescentes puede llegar a ser una enfermedad grave, y está muy infradiagnosticada. No se debe olvidar que la depresión es la principal causa de suicidio a cualquier edad, por lo que debe ser diagnosticada y tratada de forma adecuada y precoz. En los casos de TDAH y trastorno depresivo asociado, el riesgo de suicidio aumenta con la triple asociación TDAH+TC+Trastorno Depresivo (James, 2004).
El tratamiento psicoestimulante suele mejorar los síntomas depresivos, ya que, al igual que en los trastornos de ansiedad, el niño percibe una mejoría en su rendimiento académico y en su capacidad para relacionarse.
Como regla general, a la hora del tratamiento hay que valorar la severidad de cada uno de los dos trastornos: si la depresión es severa con ideación suicida presente entonces es imperativo empezar por tratar el cuadro depresivo y si son más severos los síntomas de TDAH se empezará por tratar éste primero (Pliszka, 2009) y si persisten los síntomas depresivos, se puede optar por añadir un tratamiento con psicoterapia cognitivo-conductual.
Una vez más se hace patente la necesidad de que todos los profesionales que tratan a un niño actúen de manera coordinada ya que favorece el cumplimiento del tratamiento (farmacológico, psicológico y social), y, por lo tanto, la salud de estos afectados.

b. Trastorno Bipolar (TB)
Los niños con enfermedad bipolar (o trastorno maníaco-depresivo) presentan episodios depresivos que se alternan con episodios maníacos o hipomaníacos (sintomatología similar a la manía), pero de menor intensidad y duración.
La mayoría de expertos coincide en que la prevalencia de enfermedad bipolar, sobre todo en adolescentes, es similar a la encontrada en adultos, es decir, oscila entre 1% y 7%, mayor si se incluyen todas las formas del espectro bipolar (Kowatch et al., 2005). Estudios con adultos con trastorno bipolar, describían el inicio de sus síntomas afectivos (principalmente depresivos) en la infancia (Perlis et al., 2005).
SÍNTOMAS SIMILARES AL
TDAH EN TB
SÍNTOMAS DIFERENTES AL TDAH
EN TB
          Hiperactividad.
          Impulsividad.
          Irritabilidad.
          Falta de atención.
          Problemas de sueño.
          Capacidad de juicio disminuida.

          Irritabilidad extrema.
          Grandiosidad.
          Euforia, Humor elevado.
          Síntomas depresivos.
          Hipersexualidad.
         Aumento de la energía, Agitación psicomotriz.
          Habla acelerada.
          Disminución de la necesidad de sueño.
La relación entre TDAH y enfermedad bipolar es compleja y controvertida (Carlson, 1990, Geller, 1997). Esto se debe en parte a que algunos síntomas son comunes a ambas patologías tales como: hiperactividad, impulsividad, inatención, distraibilidad, irritabilidad, problemas de sueño y capacidad de juicio disminuida. Sin embargo, ciertas diferencias permiten atribuir los síntomas a una de las dos enfermedades: en el niño con enfermedad bipolar estos síntomas son más intensos y conllevan un mayor impacto en su calidad de vida, suelen tener un carácter episódico, con frecuencia se asocian a agresividad y, en ocasiones, a síntomas psicóticos (alucinaciones o ideas delirantes).
La agresividad de los niños con enfermedad bipolar suele tener una gran carga de violencia, en forma de explosiones de ira. Los niños con TDAH, por el contrario, suelen manifestar agresividad más de tipo verbal, de forma continua y con menor intensidad. Algunos autores afirman que hasta el 20% de los niños con TDAH presentan también enfermedad bipolar (Wozniak, 1995, Biederman, 1996), lo que difiere en gran medida del 1% de prevalencia de enfermedad bipolar en población general (Lewinsohn, 1995). Visto desde el lado contrario, el 50% de los adolescentes, y casi todos los preadolescentes, con TB presentan TDAH (Kowatch, 2005, Singh, 2006).
La asociación de estas dos patologías implica mayor cronicidad, mayor impacto sobre el funcionamiento diario y peor pronóstico ya que la respuesta al tratamiento es menor: tan sólo el 30% alcanza remisión en dos años, y menos del 20% presenta recuperación total (Biederman, 2004).
Respecto a la comorbilidad TDAH+TB hay diferencias en función del sexo y la edad: el 66% de jóvenes con TB son varones y 33% de ellos tiene TDAH, mientras que 66% de los adultos con TB son mujeres y la prevalencia de TDAH en ellas es tan sólo del 3% (Moreno, 2007). Además, la comorbilidad TDAH+TB es un subtipo genético específico y se hereda como tal (Faraone, 1997): el TDAH es más prevalente en los familiares de niños TDAH y TDAH+TB que en los familiares de los niños controles, pero el TB sólo está elevado en los familiares de los niños TDAH+TB.
El tratamiento de la enfermedad bipolar infantil es similar al de adultos, se basa en la prevención de episodios con fármacos del grupo estabilizadores del humor o con antipsicóticos con efecto eutimizante y de control de la conducta agresiva. En los casos de TDAH y enfermedad bipolar el tratamiento es bastante más complejo.
Las intervenciones psicosociales juegan un papel importante en esta comorbilidad; no hay que olvidar que al estrés del cuadro clínico se une con frecuencia el hecho de que uno de los padres sufre también un TB. Se han desarrollado programas de tratamiento cognitivo-conductual específicos para estos niños y sus familias.

4. Trastornos de aprendizaje (TAp)
El término “Trastorno de Aprendizaje” (TAp) hace referencia a un grupo heterogéneo de entidades que se manifiestan por dificultades en la lectura, escritura, razonamiento o habilidades matemáticas, con un rendimiento en dichas áreas sustancialmente por debajo de lo esperado para la edad cronológica, el cociente intelectual y la escolaridad propia de la edad. Se trata de una condición permanente que repercute de forma importante en la escolarización, siendo una de las causas principales de fracaso escolar (Johnson, 1995; Karande, 2005) y que repercute también en la autoestima del niño al crear una discrepancia significativa entre su verdadero potencial y el rendimiento académico.
La prevalencia de TAp arroja cifras muy dispares, aunque en uno de los estudios más recientes se ha observado que el 7,66% de los niños en la población general padece un trastorno de aprendizaje (Boyle, 2011); siendo el más frecuente de ellos el Trastorno específico de la lectura, también conocido como “Dislexia”, que supone hasta el 70-80% de los escolares con TAp (Shaywitz ,1998).
TRASTORNOS DE APRENDIZAJE
          Trastorno de la Lectura (Dislexia).
          Trastorno de la expresión escrita (Digrafía).
          Trastorno del cálculo (Discalculia).
          Trastorno de Aprendizaje no especificado.
La prevalencia de TAp en los niños TDAH es significativamente mayor, entre el 19% y el 26% (CADDRA, 2011), aunque si consideramos la diferencia entre capacidad intelectual y rendimiento, la tasa de comorbilidad aumenta al 53%. Y si lo definimos como funcionamiento dos cursos por debajo del nivel escolar puede aumentar hasta el 80 % de estos niños.
La mayoría de los escolares tiene la lectoescritura automatizada al finalizar 2º de Educación Primaria, pero en dos de cada tres niños, la dislexia no se diagnostica precozmente (Barbiero, 2012). En los niños con TDAH la prevalencia de Dislexia es mucho mayor que la de la población general y a su vez el TDAH está presente en un 33% de niños con dislexia por lo que se debe investigar el diagnóstico de dislexia en todo niño TDAH (y viceversa) especialmente si ha mostrado dificultades en el lenguaje durante los primeros años (Artigas–Pallarés, 2011).
La distinción entre ambos trastornos no siempre es fácil, por una parte, el TDAH facilita la distracción y los errores en la lectoescritura y, por otra, la Dislexia hace que el niño, desmotivado, se desconecte del entorno o se muestre más inquieto como consecuencia de la frustración derivada de sus problemas lectores. Hay que hacer una buena historia clínica para demostrar la presencia de síntomas y signos de TDAH desde la primera infancia.
SIGNOS DE SOSPECHA DE TRASTORNO DE LA LECTURA (DISLEXIA)
          Lectura no automatizada a la edad esperable (correcta pero lenta, silábica, laboriosa, con errores tipo inversiones, omisiones, sustituciones, adiciones…).
          Dificultad para leer pseudopalabras (palabras sin sentido).
          Dificultad para decodificar fonológicamente palabras aisladas.
          Dificultades ortográficas.
          Antecedente de retraso/problemas sutiles de lenguaje.
La asociación del TDAH con otros TAp distintos a la dislexia, está menos estudiada; parece que el 26% de los niños con discalculia presenta TDAH y también hay una comorbilidad TDAH+Disgrafía (Mayes, 2000) y un 65% de niños TDAH presentan dificultades en la escritura por debajo de lo esperable para su edad, inteligencia y nivel educativo; son típicas las dificultades para volcar sus pensamientos y expresarse a través de la escritura; sus déficits en funciones ejecutivas explican las dificultades que tienen para recopilar información, planificar y organizar ideas de forma escrita.

5. Tics/ Trastorno Guilles de la Tourette
Los tics simples y transitorios son muy frecuentes, afectando al 6-20 % de la población infantil. Los tics suelen comenzar entre los 3 y 5 años de edad, con un pico de prevalencia hacia los 9-12 años y, en este caso, la mayoría se resuelven de forma espontánea.
Sin embargo, a veces pueden empeorar hasta la adolescencia, para mejorar a partir de ese momento. En torno a un 2% desarrolla trastornos de tics crónicos (Spencer, 2001; Khalifa, 2005).
Un 60% de los niños con tics tienen TDAH, mientras que sólo el 10% de los niños TDAH tienen tics (MTA, 1999). Hay que tener en cuenta que no son tics las pequeñas estereotipias o hábitos en los niños TDAH, como morderse las uñas o retorcerse el pelo.
Generalmente la presencia o ausencia de tics no modifica el grado de déficit de atención en los niños con TDAH y no supone un mayor deterioro funcional. Ambos trastornos evolucionan de manera independiente y no afectan al curso clínico del otro: mientras que la tasa de remisión del TDAH tiende a ser baja (25%), la del trastorno por tics es alta (65%) (Spencer, 2001).
TRASTORNO GUILLES DE LA TOURETTE
El Trastorno Guilles de la Tourette es un cuadro clínico grave que ocurre en 4-6/1.000 niños. Se caracteriza por múltiples tics motores y al menos un tic vocal (no tienen que aparecer simultáneamente), que comienzan antes de los 18 años y que, en algún momento, ocurren varias veces al día, la mayoría de los días, durante al menos un año.
Cuando los tics son de gravedad leve-moderada no es necesario el tratamiento farmacológico. Pueden no recibir tratamiento médico, pero si tratamientos conductuales, como el “entrenamiento en inversión del hábito”.
Algunos niños con TDAH+tics tratados con estimulantes muestran un aumento de tics. En estos casos se debe disminuir la dosis, y si eso no es efectivo, suspender el tratamiento farmacológico o sustituirlo por atomoxetina.

6. Trastornos del Espectro Autista (TEA)
Hace años no se aceptaba que las personas con TEA pudieran también tener TDAH. Actualmente se reconoce la importancia de diagnosticar y tratar ambos trastornos si se dan a la vez. Hasta un 40-60% de personas con autismo y un 85% de personas con síndrome de Asperger cumplen también criterios de TDAH (CADDRA, 2011).
Los síntomas de inatención en los niños con TEA son más bien tipo “no escucha” o “dificultad para cambiar el foco atencional” más que de tipo span atencional corto o excesiva distraibilidad. Los síntomas de hiperactividad deben estar presentes en cualquier momento del día, no sólo durante la ejecución de estereotipias.
Cuando hay síntomas de TEA, los expertos opinan que éste debe ser el diagnóstico primario y debe prevalecer sobre el TDAH en cuanto al tratamiento. Los tratamientos psicológicos y psicosociales con enfoques en torno al comportamiento y la comunicación y enfocados a la alimentación, suelen ser muy efectivos.
La respuesta al metilfenidato es menor que en afectados sin TEA, en torno al 49%, y el tamaño del efecto (una medida de efectividad) también es menor (comparado con afectados sin TEA), entre 0,2-0,4 dependiendo de la dosis. Generalmente los afectados con TEA refieren más efectos secundarios, y más disforia (RUPP, 2005).

7. Trastorno por abuso de sustancias (TUS)
Las personas con TDAH tienen un riesgo cuatro veces mayor de uso de sustancias, particularmente tabaco, alcohol, cannabis y cocaína. También suelen tener un inicio más temprano en el uso de sustancias, en comparación con la población general.
TDAH Y ADICCIONES
          Tabaco 
          Alcohol
          Cannabis
          Cocaína
          Otras drogas
          Abuso recreativo de estimulantes
          Venta de estimulantes
          Compras
          Deportes
          Juego
          Sexo
          Internet

La comorbilidad con TC y trastorno bipolar aumentan la probabilidad de TUS. En los afectados con TDAH el uso de cannabis, sin abuso ni dependencia, es muy frecuente, ellos explican que lo hacen para calmarse o para facilitar el sueño, y con frecuencia va unido al uso de otras sustancias que son aún más peligrosas.
En esta comorbilidad es frecuente el uso de sustancias por parte de algún familiar, lo que se atribuye a una predisposición genética (Biederman, 2008).
Las guías clínicas generales aconsejan que, ya que los problemas asociados al TDAH -problemas de conducta, fracaso escolar…- están también fuertemente ligados al riesgo de TUS en el futuro, la intervención sobre esta población tendrá el potencial de evitar, o al menos retrasar, la progresión a TUS. En algunos estudios, el tratamiento conductual intensivo con/sin medicación fue más eficaz para evitar el TUS en la adolescencia (Molina, 2007); otros han demostrado que el uso de estimulantes puede proteger en el futuro (Wilens, 2008). Ningún estudio ha mostrado que el tratamiento con estimulantes se asocie a un empeoramiento del TUS en la adolescencia ni entre los adultos que están siendo tratados a la vez de TDAH y dependencia de sustancias (Wilens, 2008). Por otra parte, en la comorbilidad TDAH+TUS, los datos hasta la fecha no han demostrado que el tratamiento farmacológico del TDAH, en esta población, elimine el abuso de sustancias (Wilens, 2007). El tratamiento de estos afectados debe ser multidisciplinar.
Por otra parte, las características de “búsqueda de sensaciones, de riesgos” y la necesidad de recompensa inmediata de las personas con TDAH hacen que sean muy proclives a otros tipos de adicciones: compras, deportes, sexo, internet o juego.

8. Trastornos del sueño (TS)
Entre un 25-50% de niños con TDAH tiene un problema de sueño previo al tratamiento con estimulantes y por tanto no atribuible a éstos. Es cierto que el metilfenidato influye negativamente en el sueño, aumentando la latencia de sueño, disminuyendo la duración del mismo y aumentando los despertares nocturnos.
También hay que considerar que el control insuficiente de síntomas al final del día o la coexistencia de trastornos de ansiedad o del humor contribuyen a dichos problemas del sueño. Por ello, los cuestionarios y diarios sobre el sueño son muy útiles a la hora de hacer el diagnóstico diferencial. Es importante valorar cómo es el sueño antes de iniciar la medicación.
Los TS como el “síndrome de movimientos periódicos de extremidades” o el “síndrome de piernas inquietas” o los trastornos de excesiva somnolencia diurna como la narcolepsia o la hipersomnia idiopática tienen una prevalencia mayor en el TDAH que en la población general y ambos cuadros parecen compartir una misma base orgánica pues se han visto que algunas de las áreas cerebrales afectadas en el TDAH son las mismas que están involucradas en la regulación del sueño (CADDRA, 2011).
En los últimos años han aparecido publicaciones sobre el manejo de los TS en niños TDAH, y otros trastornos neuropsiquiátricos como parálisis cerebral, discapacidad intelectual, autismo…, con melatonina, a dosis entre 3-6 mg con un tamaño del efecto, cuando se combina con entrenamiento en hábitos de sueño, del 1,7 frente al 0,67 (Sánchez–Barceló, 2011).

9. Trastorno del Desarrollo de la Coordinación (TDC).
El TDC se define como una marcada alteración en el desarrollo de la coordinación motora, que interfiere significativamente con el aprendizaje escolar o las actividades de la vida diaria y que no se debe a una enfermedad médica general. Es decir, en el TDC la adquisición y ejecución de habilidades motoras coordinadas está muy por debajo de lo esperado para la edad cronológica del individuo y la oportunidad de aprendizaje y el uso de las aptitudes.
Las dificultades se manifiestan como torpeza (p. ej., dejar caer o chocar con objetos) así como lentitud e imprecisión en la realización de habilidades motoras (p. ej., coger un objeto, utilizar las tijeras o los cubiertos, escribir a mano, montar en bicicleta o participar en deportes, el cuidado y mantenimiento de uno mismo).
En la década de los 60 se propuso el término disfunción cerebral mínima, que incluía lo que hoy en día se considera TDAH, junto a trastornos del aprendizaje y manifestaciones motoras del tipo de las que se engloban en el TDC. Ello ya orienta respecto a la relación existente entre la disfunción motora y el TDAH.
En niños con TDAH, la comorbilidad con TDC aparece en un 47%. Pero, el dato más interesante de los estudios realizados con los niños que presentan TDAH y TDC conjuntamente es que estos presentan peor pronóstico. Los problemas que se han detectado significativamente más frecuentes en el grupo TDAH/TDC, con respecto al grupo TDAH, son: personalidad antisocial, abuso de alcohol, delincuencia, dislexia y bajo nivel educacional. Por tanto, se les debe prestar una especial atención y minimizar, en lo posible, la repercusión psicosocial del trastorno, e intervenir precozmente con las terapias que se consideren oportunas para cada caso.

10. Otros temas relacionados
a) Dificultad en la interacción familiar
Aunque la dificultad en la interacción familiar no es técnicamente una comorbilidad del TDAH, queremos mencionarla explícitamente por dos razones:
1.      El TDAH del niño con frecuencia genera disfunción familiar, y es importante buscarla en la exploración para poderla abordar dentro del plan de tratamiento.
2.      El TDAH no es producto de la dificultad en la interacción familiar, aunque ésta no beneficie los síntomas de TDAH. El TDAH no es culpa de los padres ni de sus desacuerdos.
Saber que el TDAH tiene una base orgánica y que no es resultado de un proceso inadecuado de manejo parental supone ciertamente un alivio para las familias y debe ser uno de los primeros objetivos en la psicoeducación. Sin embargo, educar a un niño con TDAH supone un enorme esfuerzo y una gran presión para toda la familia. Las familias con niños con TDAH tienen más disfunción que otras familias. Además, el estrés que experimentan las familias de niños con TDAH es mayor que el que experimentan las de aquellos que simplemente tienen problemas escolares en general. El impacto es mayor en las familias de niños con TDAH subtipo combinado y en aquellos que asocian trastorno de conducta (Hinojosa, 2012). Los padres de niños estadounidenses con TDAH tienen un índice de divorcio más alto (22,7%) que la población general (12,6 %).
La identificación precoz de esta situación y el apoyo a la familia son la base de un mejor pronóstico. Son factores de protección la buena salud mental de los padres, y en especial de la madre, y el apoyo de la familia extensa o de la comunidad (Hinojosa, 2012).
Los programas para padres tienen un efecto positivo sobre los síntomas de TDAH del niño y pueden reducir el estrés de los progenitores y aumentar la confianza parental si bien todavía hacen falta más estudios y mejor diseñados en este sentido.

b) Discapacidad intelectual (CI<70)
En la actualidad el término “Retraso Mental” ha sido reemplazado por el de “Discapacidad Intelectual”.
Un niño con Discapacidad intelectual puede también tener TDAH. La prevalencia de TDAH en niños con discapacidad intelectual es dos o tres veces mayor que en la población general: 8,7-40% (Fernández-Jaén, 2006; CADDRA, 2011). En los niños con inteligencia límite puede llegar al 59,7% (Artigas, 2007) y en los niños con discapacidad intelectual ligera la alteración de funciones ejecutivas y el TDAH se presenta hasta en el 55% de casos. Algunos síndromes específicos como el X Frágil, el Síndrome Velocardiofacial o el Síndrome de Williams cursan también con un fenotipo conductual de TDAH (Artigas-Pallarés, 2002).
Lo difícil es encontrar instrumentos que nos ayuden al diagnóstico de TDAH en niños con discapacidad intelectual. Muchos de los ítems de las escalas disponibles no son aplicables a niños con retraso severo profundo o ausencia de lenguaje. En cualquier caso, la validez del diagnóstico se basa en la presencia de síntomas de hiperactividad, impulsividad e inatención, que sean significativos para la edad mental del niño con discapacidad intelectual.
La respuesta al tratamiento con metilfenidato es buena. Sin embargo, es algo menor que en los niños con un cociente intelectual normal. Aquí el entrenamiento psicológico puede ser de gran ayuda para el tratamiento conjunto del TDAH y la Discapacidad Intelectual.

Conclusiones
Al evaluar un niño con TDAH deben buscarse rutinariamente diferentes comorbilidades que frecuentemente se asocian a este trastorno.
La presencia de comorbilidad puede explicar en muchos casos una falta de respuesta al tratamiento convencional.
El plan de tratamiento multidisciplinar debe tener partes específicas no sólo para tratar el TDAH sino también para el abordaje de la comorbilidad. En algunos casos la comorbilidad puede aparecer después, como consecuencia de un TDAH que no está siendo tratado adecuadamente, por eso un tratamiento temprano y completo del TDAH podría prevenir algunas comorbilidades.

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